viernes, 25 de noviembre de 2011

Benjamín Ruiz Inspector de armas de la ONU “Si había armas de destrucción masiva, habría sido una cantidad mínima”

Javier Crúz Mena
No se supone que pueda salir nada bueno de una guerra. A Benjamín Ruiz, el investigador de la Facultad de Química de la UNAM que pasó varias semanas como inspector de armas de la ONU justo antes de la invasión a Irak, lo que le ha dejado son momentos de depresión seria. Reconoce, en televisión, calles de Bagdad, edificios desgajados, rostros que conoció allá, y la guerra le resulta menos ajena.
Pero él es un académico antes que un inspector. Depresión o no, lo suyo es el ingenio. Y contra todo pronóstico, este químico que ha tenido que ver más proyectiles y ojivas que los que hubiera querido, ya sacó de ellos una buena idea para... mejorar la fabricación de medicinas. Y tiene otras para acelerar el diagnóstico de contaminación ambiental o para suavizar el manejo de materiales peligrosos.

Benjamín Ruiz charló largamente con ¿cómo ves? el pasado 7 de abril.

Al cabo de tres semanas de invasión a Irak, no han encontrado nada de armas químicas ni biológicas. ¿Te sorprende?

No, la verdad es que no me sorprende. En el curso que tuvimos en Viena vimos que se espera que, si es que había armas de destrucción masiva, sería una cantidad mínima porque el grueso se destruyó en el periodo 1991-1998 con la anterior comisión de inspectores (UNSCOM). Lo que quedaba por definir es que hay alrededor de 10 toneladas de sustancias químicas relacionadas con el agente VX, que no se había explicado cuál fue su destino. El gobierno de Irak alegaba que las destruyó, pero no presentó ninguna prueba. Para fines militares, 10 toneladas no es mucho; pero para un ataque terrorista puntual, bastan 4 ó 5 kilogramos.

¿Cómo podría el gobierno de Hussein haber demostrado que había destruido ese material?

En el cese al fuego de 1991 quedó estipulada la obligación que tenía Irak de eliminar sus armas de destrucción masiva frente a inspectores de Naciones Unidas. Sin embargo, destruyeron cosas sin avisar. A algunos presos les ofrecían dos días de libertad adelantada a cambio de cada día de trabajo destruyendo armas químicas… sin inspectores, aunque sí hicieron fotos y había documentación. Más tarde, examinando los residuos en los sitios documentados, fue posible esteblecer concordancia entre esos documentos y la evidencia.

Y si los inspectores de la ONU hubieran tenido más tiempo en Irak, ¿habrían podido resolver la duda de esas 10 toneladas de agentes químicos?
Es muy posible que sí. No tuvimos ni 4 meses de trabajo. Dado que las últimas inspecciones habían sido en 1998 (hay un periodo ciego de 4 años), lo primero que había que hacer era reconfigurar el mapa para las inspecciones: ver en qué condiciones se dejó, en 1998, y cómo lo encontrábamos en diciembre 2002. No se pudo ni siquiera terminar esa reconfiguración.

Hans Blix, el jefe de Inspectores de Armas de la ONU, no sacó tu nombre de la Sección Amarilla. Te eligieron por algo. ¿Qué puedes ver tú –o cualquiera de tus colegas inspectores— que no pueda ver fácilmente un soldado británico o un marine de los Estados Unidos?

La diferencia es el conocimiento científico. Ellos pueden confundir neurotóxicos con insecticidas…, aunque los insecticidas también son neurotóxicos: todo está en la dosis. Conocimiento de los procesos químicos industriales involucrados. Hay que poder reconocer los materiales usados en las armas. Por ejemplo, una ojiva con explosivos convencionales está hecha con un metal sólido y forma una cámara bien cerrada. Mientras más fuerte y sólida sea la ojiva, mayor impacto será la explosión. En el caso de armas biológicas o químicas se busca exactamente lo contrario: una explosión muy leve que rompa la ojiva y libere el material sin alterarlo. Si la explosión es denasiado grande, tanto la temperatura como el impacto inactivan el agente. La ojiva, entonces, está hecha con un material que se abra fácilmente y ensamblada de manera menos maciza.

Algunos escépticos han sugerido que esas armas que no habían aparecido en Irak inclsuo cuando cayó Bagdad, podrían ser “sembradas” por los ejércitos de ocupación, para salvar el argumento de que el gobierno iraquí sí tenía armas químicas y biológicas y que era, por tanto, un riesgo intolerable. Si esas armas hubiesen sido “plantadas”,.¿podrían reconocer el engaño los inspectores de ONU?


Si fueran armas químicas se podría, en funcion de los productos. Lo que preparan Estados Unidos o Gran Bretaña se destila, así que un analisis de los subproductos daría indicios de si lo hizo Irak o no. Con el agente VX, por ejemplo, los iraquíes utilizaron estabilizadores que podemos reconocer. Además, siempre es más difícil copiar los errores que los aciertos. Si otros trataran de imitar los procesos iraquíes tendrían este problema.

Una cosa es tener los agentes químicos o biológicos y otra es tener armas funcionales. La brecha incluye problemas de manufactura y preparación, almacenamiento, dispersión y finalmente mantenerlos en flotación en el ambiente. ¿Qué tan fáciles son estos problemas?
Más fáciles con las armas químicas que con las biológicas. El gas sarín, por ejemplo, es muy tóxico y muy volátil, por lo cual su efecto es impactante. El agente VX, en cambio, es menos tóxico pero como es menos volátil, tiene mayor permanencia. En el caso de las armas biológicas no podemos hablar de volatilidad, pero su tamaño es crítico: si son demasiado grandes, o si forman aglomerados, se depositan por gravedad en el suelo; y si son demasiado pequeñas, se dispersan muy rápidamente y no penetran el cuerpo.

Por otro lado, es mucho más fácil usar un sistema de fumigación para rociar agentes químicos que biológicos, porque los esfuerzos mecánicos en el fumigador matan a los agentes biológicos. Y si se recurre a explosivos para dispersar los agentes, el calor y la presión pueden aniquilar a los biológicos y cambiarle la estructura a los químicos.

Ahora, a varias semanas de tu regreso a México, te pido que te veas en retrospectiva, cuando estabas en Bagdad en los días inmediatamente anteriores al inicio de la invasión. Eran los días en que aún se discutía el futuro de las inspecciones, en el Consejo de Seguridad de la ONU.¿Qué pansabas cuando escuchabas las noticias de lo que pasaba en Nueva York, en la sede de Naciones Unidas?

No teníamos mucho tiempo para hablar de estas cosas. Los trabajos de inspección se llevaban la mayor parte del día, y sólo dedicábamos 5 ó 10 minutos a comentar. Pero había sobre todo un sentimiento de tristeza. Tristeza porque ese trabajo serio, profesional, agotador, bien hecho... no iba a servir de nada. No nos iban a dar más tiempo.

Yo llegué a Bagdad el domingo 9 de febrero. La recepción fue para firmar los seguros de vida y de gastos médicos; luego instrucciones de funcionamiento de la radio; y el manual de evacuación. Esto te deja sentir que lo mismo podíamos irnos en 20 días que al día siguiente, y la indicación era tener la radio encendida a todas horas del día y estar muy pendientes de ella, porque las órdenes de evacuación llegarían por ahí.

¿Sentías que todo era una pantomima?

Lo que sí llegué a sentir es que había una decisión tomada por una agenda política que no necesariamente coincidía con la agenda del trabajo científico que estábamos desarrollando. Era muy triste saber que la agenda política se iba a imponer, a pesar de lo que hiciera el equipo científico de inspección. Una gran tristeza...; usar otros términos sólo le compete a Hans Blix. Hace un par de días él dijo que tiene mucha curiosidad por saber si los invasores de veras encuentran las armas. Yo también tengo mucha curiosidad.

En años recientes se ha discutido mucho sobre legislación de investigaciones biológicas: células troncales, clonación, investigacioens para terapias de aplicación clínica. Lo peor que puede pasar es que terminen siendo terapias reproductivas. En cambio, la inevstiagción y la tecnología de armamento no va dirigida a la reproducción sino a la supresión de seres humanos, en gran número, y sin embargo nadie habla de legislar estas investigaciones.

Existe la Convención para la Prohibición de las Armas Químicas. Todos los países que son parte tienen obligación de declarar, periódicamente, en qué lugares se trabaja con compuestos relacionados con armas, precursores o materias primas. Y se tiene que justificar el consumo. Un país puede fabricar armas químicas para investigación en defensa. Si se tiene un nuevo material para trajes protectores, por ejemplo, se necesita probarlos para ver qué tanta penetración hay. Y esta es una actividad perfectamente permitida.

La Convención tiene 5 años de vigencia ya. A finales de abril viene la primera Conferencia de revisión y ya hay problemas serios porque su objetivo principal es asegurarse de que ningún país utilice armas químicas, y la mejor forma es destruyendo los arsenales existentes. El otro objetivo es evitar que haya desviaciones a otros países, y eso se logra mediante la verificación. Pero en ese orden: primero destrucción, después verificación. Estados Unidos quiere invertir el orden: primero la no proliferación de armas (que nadie más las tenga), y ya después nos ocupamos de destruir. ¡Pero ellos ya las tienen! Les interesa que nadie más las posea, porque entonces pueden amenazar a quien quieran sin sentirse amenazados de regreso.

Tú eres un académico metido a inspector. Mientras trabajabas en Bagdad, debías tener muy presente que lo que en verdad haces es la vida universitaria. Ahora que estás en México, ¿ha sido fácil la reinserción?

Me está costando trabajo porque de cuando en cuando me siento deprimido. Al ver las imágenes en televisión reconozco calles, edificios y a veces hasta quiero reconocer (sin quererlo) rostros de personas que conocí allá. La guerra me es más íntima, menos ajena, y eso me está quitando concentración en el trabajo académico. Pero, por otro lado, la depresión me permite revivir cosas que hice allá y buscar cómo incorporarlas a lo académico: ¿Cómo puedo transferir esta experiencia a mis alumnos? ¿En qué ámbito de la vida nacional se puede insertar una experiencia así?

Hay auditorías ambientales que se asemejan mucho a lo que estuve haciendo allá. Trabajé con equipos y aparatos de caracterización química que son una belleza. Por ejemplo, de espectroscopía infraroja que permiten tener un análisis de composición química en cinco minutos, en el mismo lugar de la toma de la muestra. Es un equipo que se puede utilizar para caracterización de contaminación ambiental, materiales peligrosos, drogas, fármacos, medicamentos terminados y obviamente para armas químicas.

Una de las misiones de la UNAM es crear conocimiento nuevo. Nos guste o no lo que ha ocurrido, el hecho es que presenta oportunidades de crear conocimiento nuevo. ¿Por dónde imaginas esta creación?

Va a haber un trabajo muy intenso en ciencias políticas y relaciones internacionales. El papel de los periodistas insertados con las unidades del ejército, frente al papel de los periodistas independientes en el Hotel Palestina; la televisión occidental frente a la televisión árabe. Mucho que aprender sobre ética periodística. En la Facultad de Química tal vez podamos aprender acerca de procesos químicos que se manejan alrededor de las armas. Por ejemplo, los de armas binarias: en la ojiva de los proyectiles van dos depósitos, separados por un disco. En un depósito va una de las materias primas, y en el otro se pone la otra materia prima más el catalizador. Con el disparo del proyectil se rompe el disco de separación y el torque del proyectil en vuelo agita a los materiales: así se fabrica in situ el agente química dentro de la ojiva. Esto permite manejar las materias primas con mucha más confianza porque la reacción ocurre en vuelo. Se ha llegado a alcanzar 90% de conversión (es decir, llevar la reacción hasta 90% del consumo de reactivos), con 85% de pureza de los productos... ¡en 50 segundos! ¿Por qué no estudiar el mismo principio, pero para la fabricación de medicinas?

Cuando la guerra de Vietnam tú rondabas los 20 años de edad. ¿Cómo ves el movimiento antibelicista de hoy?

Mucho más agradable, por la diferencia en los medios de comunicación. Es más fácil y rápido enterarse de lo que pasa, y también coordinar acciones conjuntas. En aquel entonces costaba mucho trabajo hacer una manifestación simultánea en Nueva York y San Francisco. Hoy con pocos días de trabajo se pueden tener manifestaciones simultáneas en 90 ciudades del mundo. Es la globalización antibelicista

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